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Todo es mentira

10 abril, 2012

No hagan caso de nada de lo que lean, oigan o vean: todo es mentira.

Hemos sido timados, pero no al modo ibérico tradicional –siempre tan propenso a la simpatía, cuando no empatía, hacia el pícaro responsable de la argucia–, sino al más puro estilo avaricioso, clasista y malvado de quienes creen que están destinados a dirigir los derroteros de la humanidad. Por más que quieran vendernos explicaciones que justifiquen lo que está ocurriendo, la realidad es mucho más sencilla, y no es otra que provocar un nuevo orden mundial donde los derechos de la plebe se vean reducidos a mínimos. Ajustes, recortes, llámenlos como quieran, llenan nuestras vidas y los noticiarios, pero en realidad lo que estamos sufriendo es la III Guerra Mundial.

No se equivocaba demasiado Einstein al decir aquello de «no sé con qué armas se librará la III Guerra Mundial, pero en la IV Guerra Mundial usarán palos y piedras». La III Guerra Mundial es la guerra económica, la de la involución de los derechos de los trabajadores y las trabajadoras, la de la vulgarización de la educación, la del aumento de la brecha social entre ricos y pobres. En la IV Guerra Mundial, si se produce, seguramente se usarán palos y piedras, pero no por lo que pensaba Einstein, sino porque será la de la revolución de las masas, y la harán de la única manera posible, con los únicos medios de los que dispondrán, y será haciendo uso de la violencia. Aunque no tengo fe en ella.

Hay dos maneras de desarrollarse: la de toda la vida, que consiste en que unos pocos manejen el cotarro y esclavicen, en mayor o menor grado, según la época, a los trabajadores, y la que debería ser la normal, que consiste en promover la formación de las personas a todo el mundo y apoyar la investigación. Desde la Revolución Industrial se ha ido avanzando y poco a poco se han conjugado ambas opciones. Pero esto no podía durar. Los derechos de los trabajadores ya empezaban a ser demasiados y era necesario atajarlos. Fue un error de medida del capitalismo: había que hacer creer al proletariado que era libre, que tenía derecho a tener un buen nivel de vida e, incluso, que podía llegar cambiar de clase; pero no contempló que esa misma avaricia inherente al ser humano, esa que le haría creérselo todo, llegaría a calar tan hondo como para representar un problema real para el gran capital. Y han tenido que cambiar el invento.

La educación, la formación, son cada vez más lamentables: algunos profesores tienen una mala formación, pero no tanto por lo que se les intenta enseñar, sino porque  no tienen ni las ganas ni la curiosidad necesarias para desarrollar su trabajo; los planes de estudio limitan el trabajo de esos docentes, y las infraestructuras no ayudan en nada; y los padres están demasiado preocupados trabajando para pagar la hipoteca (algunas veces desmedida), las vacaciones y otros gastos más superfluos como para ocuparse de sus hijos. El resultado es que cada vez hay una mayor delegación de la escuela en el ámbito familiar, y las familias muchas veces ni están capacitadas ni pueden solventar los temas que deberían resolver los profesionales de la enseñanza.

Expliquen lo que expliquen, todo es mentira. Y el mayor problema es que poca cosa podemos hacer, ya que la sociedad está tan dividida y es tan egoísta que será imposible que se una contra los verdaderos culpables. Dentro de un par de años, o quizá dentro de tres o cuatro, las cosas mejorarán. Nos darán el chocolate del loro, nos venderán que se está saliendo de la crisis, y que nos habrá servido para estar mucho más preparados para el futuro, nos repondrán un par de derechos, nos subirán el IPC en nuestros salarios y un par de bagatelas más, y nosotros nos lo creeremos. Y estaremos contentos, porque otra vez pensaremos que podemos comprarnos esa casa, ese piso, ese coche, que podremos hacer esas vacaciones y otras tantas chorradas, y volverán a alienarnos hasta que unos desalmados vuelvan a jugar en la gran casa de apuestas que es el mercado mundial.

Eso sí, en el ínterin nos habrán colocado unas tremendas facturas de electricidad, gas, agua, nos habrán acribillado a impuestos en los carburantes y en la sanidad, nos habrán hecho pagar tasas en la justicia, y habrán precarizado nuestra formación y nuestros puestos de trabajo. Pero seremos felices, porque tendremos nuestros smartphones con conexión a internet para poder decir a nuestros amigos que estamos cagando en un bar muy bonito de cualquier lugar, porque tendremos nuestros iPad y similares para estar al día en las últimas aplicaciones que llenen nuestras vidas y de los últimos PowerPoints de gatitos, y porque, en definitiva, seremos alguien porque en nuestro twitter o similar tendremos un millón de seguidores que esperarán con deleite a que digamos nuestro último pensamiento, haciéndonos creer que lo que digamos le importa a alguien.

No es pesimismo, es lo que hay.

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4 comentarios
  1. mundomagenta permalink

    Bueno, no, lo siguiente… ¡¡Gran artículo!! 😀

    Besucos!!

  2. En parte de acuerdo y en parte en desacuerdo.

    Hace unos cuantos meses leí un lúcido artículo de le monde diplomatique, creo que de Ignacio Ramonet (pero no lo recuerdo bien) sobre el establecimiento del nuevo orden mundial.
    Establecía una analogía de los tiempos de la guerra fría con un combate de sumo: un círculo pintado en el suelo donde los dos contendientes. la URRS y los USA se limitaban a empujarse mutuamente para tratar de echar al otro del círculo. El juego consistía en ser más corpulento que el otro a base de miles de millones de dólares de presupuestos militares para empujar con más fuerza sin atreverse por otra parte a llegar a las manos por el miedo mutuo que crean las armas de destrucción total.

    En este sentido la guerra fría sí que fue una auténtica guerra mundial, al menos desde el punto de vista económico: había dos contendientes claros, tenía escala mundial, y como cualquier guerra, permitía endeudarse a los contendientes hasta más allá de cualquier límite sin que nadie pusiera objeciones. Por cierto, me parto de risa cada vez que los economistas neocom hablan del poco peso del estado en la economía que tiene el modelo usa cuando al mismo tiempo ese mismo estado se gasta más del 4% de su PIB (que es un pastón) en tener el más potente ejército del mundo con diferencia, a su disposición.

    El caso es que esa guerra fría se acabó con la expulsión de la URSS del círculo por su propio agotamiento. A diferencia de las anteriores guerras mundiales, el perdedor no asumió las reparaciones económicas (entreo otras razones porque era incapaz de hacerlo), los EEUU no han encontrado ningún otro enemigo de talla contra el que meterse (los que han encontrado en realidad han sido un fiasco) y aquí ahí seguimos.

    Pienso que ojalá se tratase de un grupo de inteligentes malvados que nos estuvieran timando. Más bien me parece que se trata de un hatajo de imbéciles.

    Queda dicho.

    y Saludos!

  3. Hola Anteros; aunque hace tiempo que no paso por aquí, me parece interesante lo que dices.
    Es cierto, al parecer la clase media no va a ser la misma para nuestros hijos que la que nosotros hemos disfrutado. No sé si los retrocesos que en estos momentos se están dando en la sociedad española se recuperaran; pero todo esto me trae a la memoria un libro que leí hace tiempo «El fin de la clase media y el nacimiento de la sociedad del bajo coste». Predecía un futuro donde en el mundo existiría una clase social alta con un consumo inalcanzable para nosotros: Vacaciones en una estación espacial, aviones que serían verdaderos palacios en vuelo, obras de arte carísimas… todo un nuevo mercado. Habría otra clase social bien acomodada; compuesta por médicos famosos, escritores de éxito, artistas… Después venía la sociedad de bajo coste; nosotros. Y en el fono del escalafón quedaban quienes vivirían de unas ayudas públicas escasas.
    Al leerla juzgué al periodista Massimo Gaggi y al empresario Edoardo Narduzzi como unos conservadores de armas tomar. Sin embargo al ver la evolución que está tomando las cosas, me hace pensar que quizás estaban en lo cierto.
    No es que el gobierno tome unas medidas determinadas, sino, ¿puede tomar otras? Siento que estamos sometidos a la dictadura del mercado de capitales donde la especulación es un instrumento de riqueza. Pero además, por estar endeudados, no tenemos opción.
    Estoy convencido de que se podían tomar otras medidas; pero ¿se podría atrae capital sin desnudar al obrero con una mano de obra mucho más barata en los mercados emergentes? Veo al capitalismo global; se mueve con facilidad en el mundo ninguneando las leyes nacionales. Al socialismo, sin embargo, entretenido en un discurso localista y defendiendo la atomización de la sociedad. Quizás esté equivocado, no sé.

    Un saludo.

  4. ¡Hola, Fernando! Gracias por pasarte por aquí. Creo que tienes razón en parte. Si las cosas se arreglan al modo tradicional, es decir, parcheando, entonces está claro que se atrae riqueza «subastando» el precio de la mano de obra. Sin embargo, a mí me gustaría ir más allá, conseguir que se implante una cultura, una educación, que no prime la obtención de beneficios y riqueza desmesurados, sino el desarrollo de las ideas y de una cierta aproximación entre las «clases». esta educación debería asumirla todo el mundo, no solamente los empresarios o los grandes y pequeños capitalistas, porque aquí nadie está libre de pecado. ¡Un abrazo grande!

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